Claro y agradable, tanto entonces como hoy

Los diseñadores de Junghans llevan dedicándose a la tecnología relojera en la más bella de sus formas desde los años 20's, cuando aún se les conocía como «arquitectos del tiempo». Con la intención de darle un impulso al diseño de calidad, en 1956 la empresa de la Selva Negra se puso en contacto con Max Bill, el artista y diseñador de productos de la Bauhaus que, como él mismo escribiría más adelante, sentía una especial «debilidad por los relojes». El artista suizo aceptó «de sumo agrado» la propuesta y diseñó la que sería su primera obra para la firma relojera alemana. Desde entonces, el reloj de cocina ha sido considerado un clásico del diseño, una pieza de coleccionista tan buscada como difícil de encontrar. Ahora, Junghans ha querido reeditarlo respetando las características de color, forma y material del objeto original. 

La nueva edición es fiel a todos los detalles de aquel reloj de 1956 que Max Bill diseñó junto con sus alumnos de la Hochschule für Gestaltung de Ulm a partir de un dibujo de su «reloj ideal». Como toda la obra del célebre artista y diseñador de productos, el reloj de cocina se caracteriza por combinar funcionalidad con estética. Max Bill dispuso cada elemento teniendo en cuenta su utilidad y valor de uso en la vida cotidiana, como más tarde describiría él mismo gráficamente:

«Estaba claro que el objeto debía tener números: los de las horas junto a las marcas de los minutos y los de los minutos en el temporizador. ¿El motivo? Los relojes de cocina son, con frecuencia, el único reloj que cuelga de la pared. Con él, los niños aprenden a decir la hora, a reconocer los primeros números y el orden de las horas y los días. Asimismo, debía ser claro y agradable a la vista, como una hermosa vajilla».

Más de seis décadas después, el diseño no ha perdido ni un ápice de su estética y claridad. El azul claro de la caja de cerámica esmaltada, elaborada a mano con todo esmero en una fábrica de mayólica de Baden-Wurtemberg, sigue brillando tanto como en 1956. Rodeada por ella y enmarcada por un bisel cromado, la esfera blanca es especialmente fácil de leer gracias a su disposición clara y a la tipografía diseñada por Max Bill. Las manecillas apuntan a las marcas de los minutos y los números de las horas con precisión, y ordenan el día fieles al espíritu del diseñador, tanto entonces como hoy.

En la parte inferior de la caja de cerámica, más estrecha que la parte superior, un temporizador mecánico ayuda a respetar tiempos de cocción y horneado de hasta 60 minutos. La llegada a su fin de la hora fijada se anuncia con el encantador sonido estilo años 50 del timbre. Elaborado inicialmente en versión mecánica y más adelante eléctrica, el reloj de cocina está hoy disponible, acorde con los tiempos, con un mecanismo de cuarzo o radiocontrolado.

Con la reedición de este emblemático reloj de cocina, uno de los capítulos más importantes de la larga colaboración entre la firma relojera Junghans y Max Bill sigue su curso. 65 años después de su concepción, este ícono del diseño ha vuelto, y sigue siendo igual de claro y agradable a la vista.